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viernes, 5 de agosto de 2011

Genova. Paseos, comida, buena compañía y un bar muy loco...

Así que acá estabamos, en casa de Ana en Genova, que tan generosamente nos ofreció su casa cuando estabamos más perdidos que sordo en un tiroteo... Ella era de Rumanía, vivía con un amigo moldavo, estaba desde hace 10 meses en Genova después de dar media vuelta al mundo pero conocía a todo el mundo, hablaba como seis idiomas, amaba el café y dormir hasta tarde, y tenía unos ojos que parecían mirar dentro de tu alma...
El plan era pasar a noche y al amanecer del día siguiente partir rumbo a Viena. Pero veníamos bastante cansados, y la perspectiva de un día de descanso, descubrir la ciudad, buena comida y aún mejor compañía se nos antojaba irresistible. Así que nos despertamos al mediodía después de un sueño reparador y nos fuimos con Ana a descubrir la ciudad.


Anduvimos un rato por la ciudad comiendo focaccia, y subimos en teleférico hasta Castelletto con vistas hermosas de la ciudad. De ahí hasta la hermosísima Chiesa della Annunziata donde Ana tuvo el bonito gesto de prendernos unas velas por protección en el viaje, un paseo hasta la Piazza De Ferrari y sus fuentes, donde remojamos los pies, y la muy visitada casa de Cristóbal Colón (que mi amigo Luca dice falsa...) y finalmente la Catedral, iniciada en el 1100 y reconstruida parcialmente después de los bombardeos de la II Guerra Mundial.


Pasamos por un super, compramos melones, pasta y unas cervezas Moretti y fuimos para la casa. Ana nos cocinó unas pastas espectaculares que hasta a James que es también chef dejó más que satisfecho.


De ahí, una hermosa siesta, mandar unos mails y hablar con mi tía María. Ana nos invitó a tomar unas cervezas y conocer sus amigos en un bar de puta madre, el Nick Masaniello. James se quedó durmiendo, pero yo no me lo perdía por nada del mundo. El lugar estaba escondido entre calles oscuras y estrechas de la periferia del centro, solo una puerta y un timbre, sin luces ni nombre, y resultó ser una perla de lugar. Adentro, gente de todos colores y orígenes, perros paseándose, otros tocando la guitarra, los más veteranos concentrados en partidas de ajedrez y casi todos fumando esos cigarrillos que hacen reír... Estuvimos casi hasta las 5 de la mañana, conociendo los amigos de Ana, tomando unas cervezas y charlando. De ahí, vuelta a la casa, despertar a James, preparar la mochila y unos cafés bien fuertes y caminar una horita hasta la estación. Nos despedimos de Ana, hicimos un par de fotos y salimos. Otro pequeño capítulo de esta pequeña aventura estaba por comenzar...

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