Etiquetas

miércoles, 7 de septiembre de 2011

De Cracovia a Lituania. Ultimo día a dedo con James cruzando la hermosa campiña polaca, y reencuentro con Tuchkus


Una vez más tiempo de partir: tres días quieto fue demasiado! Así que nos despertamos mientras el sol se alzaba sobre los techos de Cracovia, llenamos la maleta con nuestras escasas pertenencias y salimos. Caminamos por una hora en el fresco de la mañana hasta la estación de servicio que habíamos elegido sobre la carretera y ya fuera de la ciudad. ¡Otro 'desayuno español', algunas preguntas a empleados caracúlicos y a empezar la jornada!
El camino que habíamos elegido para el día nos llevaba unos 600 kms. atraversado Polonia y su capital Varsovia hasta la frontera con Lituania, y de ahí otros 100 kms. hasta Kaunas y el esperado reencuentro con Tuchkus, con quien habíamos vivido y viajado en Malasia y Australia. De hecho, con él pasé la noche vieja (año nuevo) más memorable de mi vida. Estábamos los dos en Sydney (quizás el mejor lugar del planeta para ver los festejos de año nuevo) y solos, sin conocer casi a nadie y sin un dólar... ¿Qué hacer? Se me ocurrió una idea poco ortodoxa: hacer un cartel grande que entre bonitos dibujos decía algo así como "Año Nuevo! Ayudanos con una moneda, una cerveza, un trabajo o una amiga bonita! Y empezamos a preguntarle a todo el que nos cruzábamos, con una gran sonrisa y contando algo de nuestra historia. La gente se mostró sorprendida por nuestra extraña estrategia de marketing: ¡finalmente alguien que pedía dinero expresa y honestamente para agarrarse un buen pedo! Y así, en poco más de una hora, hicimos algo de $50... Compramos una caja de cinco litros del vino más barato, y en muestra de desinteresada generosidad etílica terminamos donando todo el resto a una organización benéfica (debo reconocer que nos arrepentimos de ello cuando se acabó el vino...). De ahí nos encontramos con un amigo surcoreano, y a 15 minutos de medianoche saltamos las rejas escapándonos de la policía hasta el lugar donde más de medio millón de personas esperaban ansiosas los festejos y el comienzo del nuevo año.
Polonia es probablemente mi país favorito para hacer autoestop. La gente es amable y está muy acostumbrada a hacer dedo. Hasta comienzos de los '90 el 'dedo' fue un medio oficial de transporte, organizado por el Servicio Nacional de Turismo. Cada autoestopista tenía una tarjeta de identificación con aseguración incluida. Fue por lo tanto bastante fácil encontrar alguien hasta Varsovia. Después de algo de 15 minutos, Aneta se ofreció a llevarnos los 300 kms. que nos separaban de la capital. Ella vivía en Inglaterra pero había comenzado un negocio en Cracovia y viajaba con dos chicos que trabajaban con ella. Era muy simpática y buena conversadora, y cruzamos media Polonia mientras oíamos de sus aventuras, viajes, familia y planes de futuro.


Nos dejó en una pequeña gasolinera después de Varsovia, en buena posición para continuar camino ya que muchos coches irían en nuestra dirección. Poco antes habíamos recibido un mensaje de Tuchkus. Cambio de planes a último momento: en vez de Kaunas, debíamos encontrarnos con él y sus amigos en un ecofestival en el medio de la nada. Como no teníamos dinero para llamarlo y él es famoso por su cómica desorganización, estuvimos algo de cuatro horas hasta que finalmente tuvimos una pequeña idea de donde teníamos que ir. En la gasolinera estuvimos algo de 15 minutos hasta que Michał nos llevó unos 30 kms. hasta pasado Wyszków.


Pasamos en el camino al lado de numerosas chicas con escasa ropa que ofrecían sus servicios a los cansados conductores. Comimos un pequeño snack al costado de la pequeña carretera, y después de otros 20 minutos Florian nos llevó rumbo a Białystok. El era alemán pero vivía y trabajaba como abogado en Polonia, de donde procedía su esposa. Era un tipo divertido (si, hay abogados buenos!), con historias locas de juventud e interesantes puntos de vista. Se desvió unos cuantos kilómetros de su camino para dejarnos en buena posición, y nos despedimos en el costado de la pequeña carretera arbolada. 


Ahí estuvimos un buen rato, más bien porque nuevamente teníamos una señal de larga distancia en una carretera con mayoría de tráfico local. Después de algo de una hora, unos chicos se ofrecieron a llevarnos hasta una gasolinera a mitad de camino hacia Augustów, y después de una media hora Marek y Gabriela nos dejaron en una gasolinera fuera de esa ciudad, ya a 50 kms. de la frontera con Lituania. 



De ahí, una corta espera y una pareja se ofreció a llevarnos 200 kms. hasta cerca de Trakai, a pocos kilómetros de el bendito festival. Cruzamos la frontera mientras la noche comenzaba a tender su manto de oscuro terciopelo sobre los pintorescos campos del sur del país báltico, charlando sobre memorias de pasados, crónicas de inquietos presentes y planes de coloridos futuros. Ya era tarde cuando nos despedimos deseándonos una feliz vida en la intersección de carreteras donde Tuchki nos iría a buscar con unos amigos.


La noche se presentaba oscura, iluminada apenas por la tenue luz plateada de las estrellas, y con una densa niebla cubriendo los campos. Los minutos pasaban, y no sabíamos muy bien si estabamos en el lugar correcto porque no había señalización y las carreteras no se parecían mucho al mapa. Empezamos a caminar sin saber bien a donde, hasta que después de un buen rato un coche pegó un tremendo frenazo en frente nuestro. ¡Tuchkuuus! Nos abrazamos pegando saltos en el medio de la carretera, y contamos todas nuestras últimas aventuras mientras nos dirijíamos al festival con sus amigos. Pero eso es ya otra historia...

No hay comentarios:

Publicar un comentario