Nos despertamos al día siguiente, con ganas de descubrir la ciudad. La primera parada estratégica fue un Mc Donalds en el camino, no porque quisiéramos degustar sus especialidades de carne de rata, sino más bien porque tenían wifi gratis y el café más barato de la ciudad. Miramos algunas cosas, organizamos un pequeño meeting en CouchSurfing para el día siguiente, y finalmente nos dirigimos a casa comiendo unas sabrosas bananas bajo el sol de la mañana. Nos tomamos el metro hasta Stephansplatz, centro de la ciudad con su hermosa catedral del siglo XIII, y fuimos a buscar mapas y folletos de información gratis en la oficina de turismo.
Cruzamos media ciudad tratando de encontrar un LaundroMat, los famosos negocios con máquinas de lavar la ropa que funcionan con monedas, pero el precio era irrisorio, así que James decidió lavar todo a mano y yo ponerme un poco más de desodorante... Almorzamos unos exquisitos noodles con pollo en Mr. Lee, en el centro de la ciudad. En realidad, lo único exquisito era su precio: 2€. De ahí a tratar de imprimir toda la información posible sobre la ciudad y los distintos monumentos desde Wikipedia para ahorrarnos el comprar una guía. Al terminar, estábamos ya de nuevo cansados, así que decidimos volver a la casa a echarnos una reparadora siesta. A la noche, de vuelta a usar el wifi del 'Maccas'. Me quedé unas cuantas horas poniéndome en contacto con gente, mandando mails, planeando la ruta y actualizando el blog. Mientras fumaba un cigarrillo afuera, me quedé hablando con los chicos de India y Pakistán que trabajaban ahí. Les dije las pocas frases que sabía en Indi y Urdu, algo que nunca puedo resistir, y nos quedamos charlando de todo un poco. Volví a la casa, donde el cómodo sofá me esperaba con los brazos abiertos.
A la mañana siguiente decidimos finalmente descubrir lo que la cidad tenía para ofrecernos. Empezamos el camino desde la Casa de la Opera (Wiener Staatsoper), hermoso edificio neo-renacentista del siglo XIX, seguimos por la Stephansdom, la catedral principal de Viena, finalizada en 1160. Con su estilo Gotico-Romanesco y su tejado decorado con azulejos multicolores se convirtió en el símbolo más representativo de la ciudad.
Wiener Staatsoper |
Stephansdom |
De ahí a la casa de Mozart. O la casa que alquiló Mozart durante unos meses. O lo que queda de ella. Nada interesante, pero la obsesión de todo el mundo por el musico no puede pasar desapercibida ni para el más descuidado observador. Era imposible caminar más de 50 metros en el centro sin encontrar una tienda de souvenirs de Mozart, algún museo de Mozart o alguien vestido como Mozart vendiendo entradas para algún concierto de Mozart... De ahí, pasamos por el Palacio de Hofburg, actual residencia del presidente, pero que desde 1279 fue casa para todos los personajes más poderosos de Austria, cruzamos los hermosos jardines del Volksgarten hasta el Rathaus (ayuntamiento) con sus parques, y el edificio del Parlamento.
Palacio de Hofsburg |
Rathaus |
Parlamento de Viena |
Volvimos por Heldenplatz atravesando los imponentes Museos de Historia Natural y de Historia del Arte, y tuvimos una vista del Museumsquartier.
Museo de Historia Natural |
Museo de Historia del Arte |
Una vez ahí, decidimos hacer una pausa para tomar una dosis de cafeína y chequear los mails. Y sucedió la magia otra vez... Estábamos caminando cuando siento una voz que dice: "¿¿Maxi??". Me giro desconcertado y veo una chica con una cara conocida. Resultó ser Barbara, a quien conocí dos años atrás mientras navegaba con Egil y Oyvind en Malasia. Dos años y más de 10.000 kms. después nos volvíamos a cruzar, por pura casualidad... Nos abrazamos y resumimos nuestras existencias en algo de 15 segundos, y prometimos vernos a la noche. De ahí, fuimos hacia Karlplatz, con su pequeño lago y la majestuosa catedral de Saint Charles. Comimos un poco de pan con salami y me metí en el agua a curiosear y sacar un par de monedas.
Iglesia de St. Charles |
James decidió que, más allá de que nuestro presupuesto era muy bajo y el precio de la entrada muy caro, tenía que entrar a la Basílica a contemplar la belleza de su interior. Yo decidí quedarme afuera, pero me entró la curiosidad por verla y me daba rabia tener que pagar: ¿No era Jesús un pobre carpintero, acaso? ¿Y ahora resultaba que los pobres no tenían sitio en su casa? Así que entré, y le conté a la chica de la entrada una bonita historia con mi mejor sonrisa y cara angelical. Me dió no solo una entrada gratis, sino también un ticket gratis para subir en el ascensor hacia el majestuoso techo para ver los frescos... ¡Ja! No pude reprimir la risa cuando me encontré con James, y creo que él se enojo un poquito. Al salir, decidí comprar una vela con los 50 céntimos que encontré en la fuente para agradecer y pedir por todos. ¡Estamos en paz, Dios! jaja.
Altar (arriba) y vista desde la cima (abajo) |
Una vez afuera decidí cancelar el meeting, al que nadie había confirmado asistencia, y vagabundear por la ciudad. A las 8 nos encontramos con Barbara dentro de Museumsquartier, con sus coloridos sofás plásticos y multitud de jóvenes bebiendo y charlando. Ella me dijo que en la ciudad estaba permitido y era perfectamente normal beber en la calle, especialmente en sus numerosos espacios verdes. ¡Esta ciudad me estaba gustando cada vez más! Después decidimos pasar por el pequeño pero hermoso apartamento de Barbara para degustar una botella de vino, y de ahí ir al Impulstanz, especie de festival de baile gratuito, a conocer a sus amigas. La noche fue bien, bailando, charlando y bebiendo afuera hasta tarde, y volví a casa en un bonito estado etílicontento.
El día siguiente era nuestro último día en la ciudad, y me encontré con Barbara para un último vistazo. Paseamos por los canales, lleno de buenos lugares para sentarse y descansar y artistas mostrándo sus obras, comimos en mi adorado Mr. Lee y fuimos hasta Donauinsel a bañarnos en el mítico Danubio. Resultó para mi sorpresa azul como cantaba el vals, y sus aguas transparentes invitaban al baño. El problema fue que mi teléfono vino a bañarse conmigo. Cosas que pasan...
Pasamos un rato tostándonos al sol entre locales que paseaban sus perros, y decidimos escribir un mensaje en una botella y tirarlo al río desde el inmenso puente. ¿Quién sabe donde estará ahora? Continuamos paseando por la ciudad y se largó una lluvia bastante molesta. Sin embargo, decidimos subir un pequeño monte donde se encuentra el hospital psiquiátrico para una vista de toda la ciudad. La vista no resultó tal, pero la iglesia en la cima con su cúpula dorada resultó hermosa, y vimos un tierno cervatillo...
Nos despedimos en la estación de metro deseando volver a vernos, y fui a la casa para encontrarme con James y Elisabeth. Ella venía en una bicicleta reclinable desde Alemania, y a pesar de que no iba a estar en la ciudad los primeros días y nunca había conocido más que mi perfil en CouchSurfing decidió dejarnos las llaves de su apartamento. Así que charlamos como locos de nuestros respectivos viajes, de largos viajes en bicicleta, de yoga (ella era profesora) y meditación, y de nuestras experiencias en CS. James cocinó unas pastas riquísimas que bajamos con un buen vino. Fuimos a dormir ya entrada a noche, y temprano al día siguiente y bajo una fina lluvia emprendimos camino a Cracovia donde nos esperaba Marta. Nuevamente, era tiempo de partir...
ey huevón! me alegro de saber de ti, de disfrutar un poco tu vida de perroflauta envidiable, aunque solo sea por medio de este blog... al leer cuando te encontraste con Barbara en Viena he recordado cómo tú y yo nos encontramos en una playa gallega hace ya tiempo después de no habernos visto tampoco en un año o dos!
ResponderEliminarbueno, un abrazo, sigue siendo un tipo genial y sigue contándonoslo
no entendi lo de perroflauta, pero gracias! jeje. un abrazo grande y suerte...
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